miércoles, 15 de abril de 2009

Mi extraña relación con Dickens


Marriage counter. William Hogarth

No sé el motivo, pero a pesar de que muchos grandes críticos advierten sobre la grandeza de Charles Dickens y a pesar de que Yubirí lo considera excelente, no he podido captar dicha grandeza ni dicha excelencia. Reconozco su calidad como narrador, pero no llego a encontrarle el punto. Capto su capacidad de desarrollar los acontecimientos, pero, al mismo tiempo, me crea la sensación de no interesarme a donde quiere llevar la historia. Es desconcertante el que Dickens no me haya atrapado en lo absoluto. Tanto más por el hecho de que Harold Bloom lo considera, junto con George Eliot, como los autores que constituyen el canon occidental de la novela. Bueno, yo realmente no sé, eso es, incluso, más desconcertante aún. Por otro lado Dilthey, en una de sus obras más representativas, lo toma como una referencia emblemática y representativa del recurso de la narración. Lo curioso es que puedo ciertamente estar de acuerdo con sus consideraciones, pero para mí existen muchos narradores del siglo XIX que recomendaría con mucha más insistencia. Tanto para el canon de la novela como para un modelo ejemplar de la narración. Como siempre, trato de conseguir el motivo de mi impresión o de mi postura con el gran Charles, y quizá tenga esta opurtunidad como punto de partida para conseguir una respuesta satisfactoria.
Soy un creador y un crítico, y nunca he trabajado de otro modo que como lo estoy haciendo ahora. Un autor determinado me produce una impresión, favorable o desfavorable. Esta impresión me ronda y ronda. Comienzo a encontrar detalles y datos que van como fijando dicha impresión. Es entonces cuando la impresión queda constituída. Todavía sin emitir juicios de valor, puedo decir "me gusta o no me gusta", e, incluso, puedo obtener la razón de que me guste o no. Es cuando llega el momento de emitir un juicio. Sin embargo, únicamente cuando lo voy a emitir, se pliegan sobre la mesa todos los elementos y puedo hacer un análisis. Es como buscar detrás de lo evidente para obtener lo valedero. Con Dickens no encuentro la verdadera razón de saber hasta qué punto es su estilo el que no me atrapa.
No tenga idea de cómo manejar este asunto, ya que prácticamente eso no tiene nada que ver con un juicio cualitativo. No puedo asumir esta condición como una salida probable. Todavía se hace indispensable sopesar y deletrear las razones de mi actitud.
El asunto es que hay muchos autores de novelas del siglo XIX a quienes prefiero, y sobretodo, creo que allí se halla la verdadera razón; un autor en especial del siglo XVIII llamado Henry Fielding. Se ha dicho que Fielding y Samuel Richardson son dos novelistas emblemáticos de la literatura de habla inglesa. No he leído a Richardson, pero soy un aficionado a Fielding y sin duda creo que Dickens le debe mucho. Allí es donde se encuentra el asunto. Cuando leí el Tom Jones quedé gratamente impresionado por dos razones fundamentales; una tiene que ver con la elegancia de su estilo y la otra con su visión novelística. Seguidor indiscutible de Cervantes, Fielding emplea el tópico del expósito, tópico indispensable de la picaresca española, novelística que igualmente influyó a Cervantes, y realizá una combinación que le otorga toda la carga ideal del héroe caballeresco. Al igual que Cervantes, combina la nobleza con lo mundano, aunque, a diferencia del maestro español, incluye un elemento diferenciador que consiste en el espíritu de lucha. La lucha de Tom Jones no es por reestablecer la caballería, su lucha es por ser reconocido como un hombre de honor. En ello hay algo del espíritu que vió nacer la revolución industrial. Sin embargo, Fielding es elegante. Su escritura tiene el cuidado plástico que permite marcar una gran diferencia, tanto con Cervantes como con Dickens. Esa capacidad de analisis que le caracteriza, combinada con una escritura así, tenía que dar como resultado uno de los valores fundamentales de la novela de la modernidad, cual es el del autor que piensa su creación. Para algunos Fielding es el primer novelista que expone, en teoría, las cualidades de la novela. Esa es una caracteristica que permite otra diferencia importante con Dickens, la de poseer una visión artística. La visión artística puede ser sacrificada por el novelista cuando a este le interesa representar una realidad contingente, y el creador de Oliverio Twist parece preferirlo así. Escribir novelas por entregas le permitió ser más narrador que novelista, especialmente porque podía concentrarse más en el desarrollo de la historia que sobre la visión plástica de la forma.

Ricardo Chitty

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