viernes, 18 de diciembre de 2009
Régulo Villegas (1930 - 2006) El Paraíso de los condenados
antepasados
El ojo espeso de la noche
anclada en el cuello de los toros
marca el viaje inicial de los amores
Fue en la época de las palomas sangrientas
cuando mis antepasados
desenrollaron el dedo de mi novia
Todos se confabularon contra mí
Mi novia y yo éramos de la misma edad
ella tenía dos lunas yo tenía un sol
y éramos jóvenes
Un enemigo de largo fémur
sentó una niña en mi frente
aún siento astillas en mis córneas
y un claro sabor a pila bautismal
Mi gran tío golpeó con su bastón
las serpientes de luz que mordían el agua
“Es inútil –dijo– que plantes
Trece estacas en el vientre de la iguana”
Yo estaba absorto peinando
el sexo de mi amada
por eso no sentí cuando un cangrejo azul
se prendió a mi calcañar
Palmeras crepusculares
llenan el día de latigazos cárdenos
Soy el Gran sanador el Superviviente
He regresado tres veces de un viaje
alrededor de una fruta fulgurante
Escudos alucinados me protegían
sin embargo yo fallecí entre las sirenas
Yo en mi conjuración devoré sus pechos
y mis tímpanos purificados del estiércol
fueron asediados por las palabras
como un estanque por pájaros silvestres
Yo al centro de los ruidos
De la cabeza de un hombre
brota una llama como un fósforo triste
Camino sobre muelles perfumados
camino sobre frutas ruines
como un relámpago lento
He aquí a mi amada que dice
“Sube a mis rodillas
antes que los conejos dorados
empiecen a rondar los techos”
del nacimiento
Yo habitaba mi país de origen
ignoraba los ritos y las iniciaciones
desconocía mis generaciones anteriores
Me desterraron bajo las garras azules de la lluvia
desde entonces lámparas húmedas lamen mi rostro
Único fue mi grito
incapaz de morder la forma de los signos
cuando mi padre dijo “Es Él”
y besaba mis pies y mi frente conocidos ya
por confesiones clandestinas de la sangre
Marché junto a mi sombra
Mujeres blandas como grasa
tornaron mi corazón límite fresco
pesado como un crimen
Hoy digo a mis padres
-Mirad el aire poblado de pulpos minerales
mirad al sol regando tachuelas en el piso
Digo –soy vuestra agonía más mis huesos
soy vuestra edad doblada en el olvido.
Antes de hablar sabed que de vosotros
filosos mandarines cortarán la sonrisa
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