sábado, 20 de junio de 2009

El simbolismo de Emily Dickinson.

Me causa admiración el elevado carácter poético de la obra de Emily Dickinson. Especialmente porque podríamos decir que se trata de una visión del mundo en base a la localidad, es decir, una visión de mundo limitada geográficamente. Completamente opuesta a la visión de mundo cosmopolita, pero tremendamente marcada por una cosmovisión de trascendencia extrafrontera. Su obra simplemente exalta la universalidad de lo local mediante la poesía. Es una demostración del poder de la poesía para transmutar, para transformar elementos en símbolos y rasgos locales o provincianos en rasgos universales. La universalidad, entonces, representa aquello que es sustancial para con los fundamentos primordiales del ser humano, independientemente del lugar de vida o de la producción poética.

Tal es el encanto de esta poeta norteamericana que vivió una vida de campo, que supo articular la poesía a través de un mundo poético. Su poderosa y cautivante intimidad encontró la manera de concentrar sus experiencias con el entorno y así hizo una intimación de lo externo. Lo que a primera vista la hace una extrañeza, pues el paisajismo y su fuerte atracción no la poseyeron. Hay en ella tal carga de sentido, que por ejemplo un geranio adquiere la dimensión de un condado, sobre todo porque encierra en sí mismo un mundo de significados. En realidad, es esa combinación entre su capacidad de conjugar objeto y trascendencia en una estructura métrica concentrada e igualmente intensa, lo que la convierte en un caso especial, incluso, más especial que Walt Whitman. Son completamente diferentes, y es lo que me suele sorprender del arte, en este caso del arte de la poesía. Dos poetas de gran significación, con cualidades bien particulares y, al mismo tiempo, tan distantes en su relación con el mundo, tan diferentes en sus recursos métricos y retóricos. Emily tan concentrada, tan diestra con el verso y con la estructura del poema y al mismo tiempo, tan delicada que la precisión de su métrica facilita la poetización de las imágenes y de los sentimientos experimentados. Haber conseguido tal combinación sin ser parnasiana ni neoclásica, acentúa esa especialísima impronta. Su condición es parecida a la del poeta venezolano Miguel Ramón Utrera. Considerado como un nativista, cuando muestra su verdadera dimensión uno percibe cualidades diferentes a las que encierra el término nativismo, es decir, lo nativo como fuente poética, como en Emily, y la utilización de una métrica cuidada y de una estructura precisa, igualmente como ella. Ambos no pueden evitar el que hayan trascendido lo local o lo nativo hacia el horizonte de la universalidad. Ambos, así mismo, diferenciados por la cualidad más literaria de Utrera y por una utilización más asidua del paisaje propiamente percibido en su realidad física, es decir, Utrera sí es en ese sentido absolutamente más plástico que metafísico, más físico que simbólico.

Necesario es destacar que el simbolismo de Emily es diferente al simbolismo de la escuela francesa. Yo diría que es absolutamente limpio, como una ropa recién lavada puesta a secar recién comenzada una despejada mañana de verano. Nada de afectación; se muestra con una desnudez, con una sencillez sublime pero no carente de materia. Lo que capta de la vida por su vivir poético es determinante, pues ella es un excelente ejemplo de vida poética, casualmente como Utrera, sin embargo, en plena efervescencia del romanticismo retórico y amanerado. Esto es una plena demostración de que los simbolistas franceses podían lograr los mismos efectos con más temperancia que los románticos. Así que ella, con esa forma particular, casi de balada, pero tan corta que adquiere un matiz que beneficia la expresión de esa vida poética que llevó fielmente, se afianza como una referencia de la esencia de la poesía en estos momentos confusos y distorsionados.

Ricardo Chitty


José "Pepe" Barroeta, Rafael Cadenas (videos)



viernes, 19 de junio de 2009

Fragmento del ensayo sobre Henry James, del libro "El imperio de la novela".

James McNeill Whistler

“…De modo que un norteamericano va a Europa, queda impresionado con la organización y la prosperidad de Gran Bretaña, queda impresionado por la floreciente cultura francesa y por su ritmo de vida, queda maravillado por el temple, la riqueza cultural y la evolución que experimenta la península itálica. Ya sea Suiza, Alemania, Austria, Holanda, Grecia y la península ibérica, Henry James encuentra un mundo maravilloso, espléndido y donde, incluso, África, Asia menor y el extremo oriente están presentes por los aportes de las materias primas y las artes menores. Un norteamericano ávido de cultura se encuentra hasta con el surgimiento de la arqueología, que le permite captar de manera clara un cosmopolitismo que París, Londres, Viena, Zurich, Venecia, Roma, etc; exhiben como en una tienda. Esa tremenda dinámica, tan diferente a la Norteamérica pujante, rica, exuberante pero simple a pesar de su complejidad mental, que ya nos ha dado a Poe y a Hawthorne, va a convertirse en un contraste cultural y hasta tipológico que formará parte de su obra. Es así que darse cuenta, una vez conocido el mundo europeo y contrastarlo con Norteamérica, que la novela de habla inglesa no ha reflejado para nada esa combinación y que ya no sólo es que la crisis de la novela inglesa no permite ver esa dinámica internacional pujante, sino que está imposibilitada para captar al continente joven y que con sus cualidades espera poder contrastarlo. Para mí, James antes que nadie percibió la necesidad de conjugar lo europeo con lo norteamericano para expresar las condiciones del mundo y, además, lo consiguió extrayendo de la belle-époque lo auténtico, lo característico. No le bastaría con decir que se trata de una época ecléctica, sin personalidad propia, como lo declara abiertamente Hermann Broch, no, no le podía bastar; para James lo importante era captarla, expresarla, convertirla en obra de arte y, a través de la novela, que podríamos decir, tomando al propio Broch, es la expresión más autentica del siglo XIX. Ni antes ni después, la novela obtuvo tal madurez y tan eclosiva multiplicidad de prestidigitadores. James convirtió a la novela en un asunto de estudio crítico, es él quien por primera vez se ocupa de manera sistemática y prolíficamente, de estudiar a un género que había pasado de ramera, en los inicios griegos y latinos, a princesa, en la edad media, para luego adquirir tinte de filósofa en el renacimiento y terminar en el siglo de la belle-époque como una emperatriz.”

Ricardo Chitty

jueves, 18 de junio de 2009

Freddy Martínez Luque. De oráculos y espejismos.



Ahau- can. Señor serpiente. Pintura Maya.


Llueve


El tesoro, la sangre que coincide,
la gracia de una cabra en celo

La vuelta de los herejes
la caída de los hermanos,

el viaje en el péndulo
de todas las odiseas.

Una escalera,
la torre más alta;

los símbolos se agotan
los secretos, los encantamientos;

cuarenta grados a la sombra
cuarenta palabras en silencio,

el oráculo de la nodriza
los duendes se repiten.

El día, la víspera, el día
un vivo guardián lo sabe

el norte su lugar seguro
¿quién dice qué llueve?


lunes, 15 de junio de 2009

El paradójico destino de Stieg Larsson



Por una de esas paradojas del mundo de los libros, en estos momentos Stieg Larsson goza de su fama póstuma. Como muchos otros casos de escritores de renombre, su apellido comienza ser pronunciado por mucha gente sólo después que deja este mundo, algo que siempre se ha visto como una prueba de la falibilidad de la crítica literaria. Larsson no era un literato sino un periodista, corresponsal de guerra y activista político que vivió gran parte de su corta vida amenazado por organizaciones ultraderechistas en Suecia, donde había nacido en 1954.
Días despues de haber entregado el manuscrito de la tercera parte de su saga Millenium, el corazón de Larsson dice ya no más, sin que su dueño pueda siquiera ver impresa la primera de las novelas, Los hombres que no amaban a las mujeres. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, son los otros dos títulos de los voluminosos tomos de esta novela policial que, como muchos grandes maestros del género solían hacer, rebasa ampliamente esa escueta definición para ser llegar a ser una Novela, sin adjetivos, pero en mayúsculas, es decir, una obra totalizante, un universo nuevo propuesto por el autor, un mundo propio que resulta de una experiencia subjetiva y a la vez común al género humano.
Ciertamente Millenium es un policial, incluso con una estructura clásica. Hay un asesino, unas víctimas, un detective tras su presa, esta vez acompañado de una ayudante atípica, por decir lo menos. Pero además hay sexismo, sadismo, racismo y todos esos "ismos" que Larsson conoce muy bien, pues son temas que ocuparon gran parte de su desempeño profesional. Hay un monumental trabajo investigativo donde se reconoce la mano de un veterano periodista. También hay que agregar la audacia de quien está acostumbrado a hablar de temas incómodos, terribles pero muy reales, de quien se ha planteado arrojar luz sobre las llagas más purulentas de la sociedad occidental desarrollada. Audacia y valentía, dicho sea de paso.
Luego está un autor de oficio, a pesar de ser un hombre que veía la literatura como un hobby y que tenía la ventaja de no depender de ella en lo económico. Alguien que durante sus últimos meses escribió frenéticamente en el poco tiempo libre que disponía, en largas noches escandinavas, ayudado por mucho café y cigarrillos, en lo que fue una loca carrera contra el tiempo. Capaz de hilvanar una prosa que ha hecho que millones de lectores en el planeta queden enganchados a tan kilométrica historia. Como siempre, sólo el tiempo dirá si Millenium es sólo otro fenómeno editorial, o si estamos frente al gran fresco apocalíptico que retrata fielmente una época; el fin de un milenio y el comienzo de otro.

Luis Lacave

viernes, 12 de junio de 2009

Fernando Pessoa. Libro del desasosiego.


12
Me gusta decir. Diré mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas. Tal vez porque la sensualidad real no tiene para mí interés de ninguna especie —ni siquiera material o de ensueño—, se me ha transmutado el deseo hacia aquello que crea en mí ritmos verbales, o los escucha de otros. Me estremezco si dicen bien. Tal página de Fialho12, tal página de Chateaubriand, hacen hormiguear a mi vida en mis venas, me hacen rabiar trémulamente quieto de un placer inaccesible que estoy teniendo. Tal página, incluso, de Vieira13, en su fría perfección de ingeniería sintáctica, me hace temblar como una rama al viento, en un delirio pasivo de cosa movida. Como todos los grandes enamorados, me gusta la delicia de la pérdida de mí mismo, en la que el gozo de la entrega se sufre completamente. Y, así, muchas veces, escribo sin querer pensar, en un devaneo exterior, dejando que las palabras me hagan fiestas, niño pequeño en su regazo. Son frases sin sentido, que corren mórbidas, con una fluidez de agua sentida, un olvidarse de riachuelo en el que las olas se mezclan e indefinen, volviéndose siempre otras, sucediéndose a sí mismas. Así las ideas, las imágenes, trémulas de expresión, pasan por mí en cortejos sonoros de sedas esfumadas, donde una claridad lunar de idea oscila, batida y confusa.

12 José Valentim Fialho de Almeida (1857-1911) fue un célebre cronista y cuentista portugués muy influido por el naturalismo y las ideas progresistas de su tiempo.
13 El P. António Vieira (1608) murió en el Brasil a finales del siglo XVII. Además de un gran orador, fue autor del libro Clavis Prophetarum, del que Pessoa se valió para sus escritos sebastianistas.

lunes, 8 de junio de 2009

Alejandro Rossi (1932 - 2009)


"Soy, si mucho me obligan, capaz de explicar brevísimos pasajes de mi vida, tránsitos o estaciones cortísimas, pero me declaro ciego para reconocer, en la suma de ellos, una estrategia de vida. Siempre me ha impresionado, por otra parte, la desproporción escandalosa entre causas y efectos que alteran definitivamente -seré melodramático- nuestros destinos."

Venezuela a la vista. En: Cartas credenciales. 1999.

jueves, 4 de junio de 2009

Para mirar

Zafran



José Luis Almeida



Rodney Smith

La extrañeza de Remy de Gourmont


Obra: Flores.
Autor: Bárbaro Rivas

Remy de Gourmont es uno de esos escritores para sacar a relucir en alguna reunión de gente culta, aunque una reunión así es, en este momento, mucho más extraña que el propio autor francés. Pero digamos que en esas reuniones de gente culta y para quien la cultura literaria es muy preciada resulta un autor bien útil para ufanarse. Al igual que otros autores franceses como Jean Cocteau, Blaise Cendrars, Celine, Huysmans, Daumal, Laforgue; entre otros. Ellos, independientemente de ser diferentes en sus propuestas y de no coincidir en la misma época, son muy útiles para presumir, pues son autores leídos por cierto tipo de lectores poco frecuentes. Así, la calidad de Remy de Gourmont es una garantía de que sacarlo a relucir para presumir de acucioso lector asegura el éxito.
Hubo un tiempo en que la literatura francesa era muy popular en Venezuela, y se buscaba el poder diferenciarse del gusto por los grandes clásicos franceses, tanto del siglo XIX como del XX. Así, estos autores mencionados arriba y el propio Gourmont fungian como pruebas de que se conocía mucho más profundamente a la literatura francesa. Lo importante, sin embargo, es la calidad de su obra.
Al igual que Henry James, este autor francés, nacido con labio leporino, misterioso y escurridizo, realizó una obra de transición muy valiosa para comprender la evolución de la narrativa del siglo veinte. Digamos que en realidad sus aportes sólo han sido posibles, al igual que los de James, por su convicción de que el naturalismo no era lo suficientemente apto para expresar una realidad tan compleja como la contemporánea. De modo que ambos supieron detectar los límites del positivismo y de la ciencia para expresar ciertos estados y ciertas condiciones psicológicas del ser humano. Gourmont en particular, con la intención de demostrar el misterio como fundamento de la vida, desarrolló situaciones y escenas en el propio mundo urbano y cosmopolita de París como si se tratara de una dimensión paralela de plano sutil.
Ahora, no es similar su propuesta a la obra de James, dedicada al misterio, simplemente son comparables porque fueron más allá del naturalismo y buscaron en la realidad aspectos sutiles, y ello los convirtió en un puente entre la narrativa del siglo XIX y del siglo XX. Sin embargo, Remy de Gourmont resulta, sin duda, mucho más particular porque escribió con cierto sentido del género limítrofe, es decir, a medio camino entre la novela y el cuento. Es un autor al cual el concepto de narrativa, como se viene utilizando actualmente, y en cierto sentido, como construcción de un mundo o creencia verbal o como una reconstrucción verbal de la realidad, le cuadran. Pareciera centrarse más en el tema y en la propia escritura que en el género canónicamente. Actitud que luego utilizarían los narradores o prosistas de las vanguardias, como Benjamin Peret y Louis Aragón.
Este autor realizó una obra de transición muy importante para comprender la evolución de la narrativa del siglo XX. Digamos que sus aportes demuestran una característica mítica-mística-fantástica, para decirlo de algún modo, particularísima, y que en buena medida, se aparta del realismo, del impresionismo literario y del naturalismo del siglo XIX. Parece que Gourmont era el más misterioso de todos. Enclaustrado como Proust, incluso hasta más que Marcel, quien estaba condicionado por su enfermedad, en su caso su vínculo con el espacio cerrado era un hábito y quizá en esto influía su labio leporino. No lo sabemos, pero sí sabemos de su destreza con la escritura.

Ricardo Chitty

Potro blanco. (Canción anónima china)




Potro de nívea blancura
Come los tiernos brotes de mi era.
Te ataré del cuello, te ataré de la pata
Para prolongar esta dichosa mañana.
Y que este varón, a quien canto,
se entretenga y se deleite en mi casa.


Poeta chino anónimo. 827 A.C.

Traducción: Carmelo Elorduy



¿Adónde llevarán esas carreteras
que se desprenden de la autopista?
¿Hacia cuál rumbo se inclinarán
para desaparecer de esta línea recta
que nos lleva?
El bus expreso atraviesa rapidamente la vía.
Vamos a quemar la leña
mientras esos caminos desprendidos
con el color de la tierra o con
el barniz de un asfalto hirviente
atraviese alguna casa de barro
algún jardín exuberante que como
posta le sirva al viajero,
algún riachuelo horadando en
el tamiz del camino
un camino que no transitaremos
aunque la incandescencia salvaje
toque
y coloque su señoría pujante
en los límites nunca conocidos
de una empalizada nueva
o de una puerta semi abierta
que deja escapar el olor
de algún guiso enlazante y agudo
¿Adónde llegan esos caminos
que uno puede seguir con la mirada
mientras vamos hacia el enjambre
de la labor cotidiana?
¿Adónde irán?
Suben las laderas del pasto bajo.
Toman los filos y los superan,
bajan hacia las vertientes robustas
o siguen un diagrama secreto.
Van esos caminos señalando un viaje
inexistente en agencias y guias.
Ricardo Chitty

Demonio


Convergence. Jackson Pollock



Juro haberlo visto entre mis manos,

como danzante bufón de islas crepusculares,

precipitándose, con el fulgor de sus pensamientos,

sobre los estrechos pasillos de mi laberinto.

Ángel Galindo


lunes, 1 de junio de 2009

David Foster Wallace (1962 - 2008)


"Una obra de ficción es una conversación que permite enfrentarse a la soledad esencial que se da en el mundo. Entre los seres humanos se da una situación de incomunicabilidad de emociones. La comunicación entre el creador y el lector es algo extraordinariamente misterioso. La buena literatura provoca una experiencia que permite trascender el aislamiento de orden subjetivo. Yo no sé si funcionará en español, porque es un término sumamente idiomático e idiosincrático, en realidad, la expresión de un sonido. Lo encontré una vez leyendo a Auden o Yeats, no recuerdo exactamente. Es como una epifanía, en el sentido que le daba Joyce al término, una revelación, la sensación de armonía y perfección que se siente en presencia de la obra bien hecha, de la obra de arte que logra su cometido. Es como un clic, el sonido que hace una caja que está perfectamente elaborada al cerrarse. El efecto inefable que provoca el contacto con la obra de arte. La comunicación entre distintas conciencias pensantes que se deriva de la contemplación de la belleza poética. En el acto de la lectura se da un componente que es el intento de establecer comunicación con otra conciencia, una interpenetración. Lo que llamo el clic es la capacidad de reconocer pensamientos y sentimientos que el lector siente como suyos, pero que no es capaz de verbalizar. Yo, como lector, en el momento de la lectura siento que el autor ha dado con las palabras que necesito para dar expresión a mis sentimientos. No les he dado forma yo, pero no por eso son menos mías: gracias al poeta, al escritor, han sido transfiguradas, y expresadas en una frase de gran belleza. En ese momento, el mundo cobra plenitud, solidez, rectitud.

P. ¿Con qué escritores ha sentido algo así?

R. A lo largo de mi vida, muchas veces. La primera vez, siendo muy niño, con C. S. Lewis. Los ejemplos son incontables: la oración fúnebre de Sócrates, la poesía de John Donne, Gerard Manley Hopkins y los poemas cortos de John Keats... Kafka, Camus, Moby Dick, el Joyce del Retrato del artista adolescente, Flannery O'Connor, Cormac McCarthy, algunos de los cuentos de Thomas Mann, ciertos momentos de la prosa de John Barth, Thomas Pynchon y Don DeLillo. Entre los poetas más cercanos a nosotros en el tiempo, Philip Larkin. La filosofía también puede provocar ese efecto: Schopenhauer, William James y seguramente más que nadie Wittgenstein.

P. ¿Por qué más que nadie?

R. Encuentro que las ideas de Wittgenstein sobre el lenguaje encierran un sentimiento trágico. En su frialdad y abstracción, el Tractatus es la obra de filosofía más solitaria que cabe leer. Luego evolucionó. Una de las cosas que hacen de él un artista, en mi opinión, es que su horror ante la idea del solipsismo lo llevó a desdeñar la perfección que había alcanzado, decidiéndolo a sumergirse en las profundidades de las Investigaciones filosóficas, que constituyen el argumento más hermoso que se haya hecho jamás en contra del solipsismo. Creo que estamos muy lejos de agotar la riqueza de un pensamiento como el de Wittgenstein".

Tomado de:

http://www.elpais.com/articulo/semana/obra/ficcion/conversacion/permite/enfrentarse/soledad/esencial/mundo/elpepuculbab/20021121elpbabese_1/Tes


José "Pepe" Pietrángelo. Mar que parece lejano.



En los días
en las noches absolutas
¿dónde nos desvestimos cuando le ponen grillos
al pensamiento?

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Me creo alto
y no escucho el movimiento de los astros.
Mi pantalón blue jean se derrama como una cuerda.
No estoy solo.
Me acompañan estos ojos estos brazos
que ya no sé si son míos.
Prefiero los versos cerca del oído
prefiero la voz
a las monedas que se instalan en mi garganta.
Dime, ¿existirá una ventana que pueda limpiar mis ojos?

Jaime Betancourt. Cosmos.



IX

No puede ninguna serenidad inventiva
equilibrar los trapecios que en mi fuero llevo.
No puede ninguna corporeidad destronar mis
artilugios. Tal es la ambivalencia de
mi energía no personificada.


XXXII

Llegaste con el fuego sobrante de los sulfatos
tu claroscuro se tiñó de las aureolas que
el astro benefactor posee en demasía
Tú, gorgojo de los primeros enjambres,
punto de mi inspiración; esencia,
sorbo.
Di toda la eternidad a tu favor larva
invisible.
Eras verde y negro, colorado, blanco
cuando te abrí los ojos. Cuando
devoraste por primera vez a tus
hermanos. Cuando tu voracidad te hizo
mortal.
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