lunes, 1 de junio de 2009

Jaime Betancourt. Cosmos.



IX

No puede ninguna serenidad inventiva
equilibrar los trapecios que en mi fuero llevo.
No puede ninguna corporeidad destronar mis
artilugios. Tal es la ambivalencia de
mi energía no personificada.


XXXII

Llegaste con el fuego sobrante de los sulfatos
tu claroscuro se tiñó de las aureolas que
el astro benefactor posee en demasía
Tú, gorgojo de los primeros enjambres,
punto de mi inspiración; esencia,
sorbo.
Di toda la eternidad a tu favor larva
invisible.
Eras verde y negro, colorado, blanco
cuando te abrí los ojos. Cuando
devoraste por primera vez a tus
hermanos. Cuando tu voracidad te hizo
mortal.

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