El estilo cronical de Enrique Bernardo Nuñez pasará a la posteridad como modelo a seguir. Siempre lo he dicho, él es uno de los mejores escritores en lengua hispana del siglo XX, sobre todo por su estilo de escritura. El arte de la escritura es la mejor herramienta para este escritor valenciano quien fuera, además, cronista de su amada Caracas. Demostró en su obra esa capacidad que celebramos, porque tanto en la crónica, en el artículo periodístico, en la novela y en el ensayo, muy ligado a la historiografía, demostró una enorme capaciadad expresiva. Sus crónicas y ensayos históricos son de mucho valor para comprender la complejidad de la realidad venezolana. Sin embargo, aquí quiero resaltar su estilo cronical.
No sólo era el cronista de Caracas, además es un maestro del género, tanto es así, que el cronista venció al novelista. Evidentemente, le era más propio para sus intereses intelectuales los hechos reales que los hechos de ficción. Lamentablemente quizá hubiésemos tenido en él un novelista nato que dinamizara el género en nuestro país. Aunque por supuesto, Cubagua y La Galera de Tiberio son dos grandes logros como novelista, pero Núñez elige la realidad, y sus crónicas nos darán lecciones sobre nuestro pasado.
Enrique Bernardo Nuñez es un intelectual venezolano que, como muchos otros, no han encontrado en la novela el modo de ayudar al país y han preferido dedicarse a lo histórico, a lo didáctico y a lo político para saciar nuestra imperiosa necesidad de ser útiles. Somos un país conformado por una población con una visión de la la vida completamente utilitaria, y el hecho de que sea frecuente el tema histórico-político en nuestra novelística así lo confirma. Incluso hasta los propios autores han preferido colaborar, no con obras de arte, sino con obras útiles y didácticas. Me decía un escritor que él quería escribir una novela que ayudara a la gente, y yo le decía que por qué mejor no se ponía a dar clases de primaria. Me parece mucho más útil prestar un servicio con la docencia que tratar de prestar un servicio con la obra de arte. Si existe o no ésta no me parece lo relevante, y me remito al estilo cronical de Bernardo Nuñez, y a su libro Caracas la ciudad de los techos rojos para celebrar el que haya sido él quien haya escrito estas crónicas de costumbres, armadas con un sentido estructural coherente y fácil de manejar para conocer el dato histórico, el dato anecdótico y su interpretación, en matizados señalamientos. Eligió muy bien los temas de sus artículos de prensa y su obra histórica es toda ella excelente y, aunque no dinamizó la novela como hubiésemos querido, sí dinamizó el periodismo y la historiografía venezolana, y su estilo fue valiosísimo porque tenía la capacidad intelectiva y la capacidad expresiva equilibradamente desarrolladas. Para decirlo de una manera clara: poseía el arte de la escritura. Para mí ese es el secreto de toda su obra. La escritura concebida como el principio o la base de la expresión, la escritura como la herramienta del escritor para exponer contenidos y razonamientos claros, precisos y asequibles. Su estilo parco resulta un excelente ejemplo de la narración llana que se desarrollaría en buena parte de la narrativa del siglo XX. Resulta curioso el que no sea más famoso y notorio como uno de los mejores prosistas de nuestra lengua.
No sólo era el cronista de Caracas, además es un maestro del género, tanto es así, que el cronista venció al novelista. Evidentemente, le era más propio para sus intereses intelectuales los hechos reales que los hechos de ficción. Lamentablemente quizá hubiésemos tenido en él un novelista nato que dinamizara el género en nuestro país. Aunque por supuesto, Cubagua y La Galera de Tiberio son dos grandes logros como novelista, pero Núñez elige la realidad, y sus crónicas nos darán lecciones sobre nuestro pasado.
Enrique Bernardo Nuñez es un intelectual venezolano que, como muchos otros, no han encontrado en la novela el modo de ayudar al país y han preferido dedicarse a lo histórico, a lo didáctico y a lo político para saciar nuestra imperiosa necesidad de ser útiles. Somos un país conformado por una población con una visión de la la vida completamente utilitaria, y el hecho de que sea frecuente el tema histórico-político en nuestra novelística así lo confirma. Incluso hasta los propios autores han preferido colaborar, no con obras de arte, sino con obras útiles y didácticas. Me decía un escritor que él quería escribir una novela que ayudara a la gente, y yo le decía que por qué mejor no se ponía a dar clases de primaria. Me parece mucho más útil prestar un servicio con la docencia que tratar de prestar un servicio con la obra de arte. Si existe o no ésta no me parece lo relevante, y me remito al estilo cronical de Bernardo Nuñez, y a su libro Caracas la ciudad de los techos rojos para celebrar el que haya sido él quien haya escrito estas crónicas de costumbres, armadas con un sentido estructural coherente y fácil de manejar para conocer el dato histórico, el dato anecdótico y su interpretación, en matizados señalamientos. Eligió muy bien los temas de sus artículos de prensa y su obra histórica es toda ella excelente y, aunque no dinamizó la novela como hubiésemos querido, sí dinamizó el periodismo y la historiografía venezolana, y su estilo fue valiosísimo porque tenía la capacidad intelectiva y la capacidad expresiva equilibradamente desarrolladas. Para decirlo de una manera clara: poseía el arte de la escritura. Para mí ese es el secreto de toda su obra. La escritura concebida como el principio o la base de la expresión, la escritura como la herramienta del escritor para exponer contenidos y razonamientos claros, precisos y asequibles. Su estilo parco resulta un excelente ejemplo de la narración llana que se desarrollaría en buena parte de la narrativa del siglo XX. Resulta curioso el que no sea más famoso y notorio como uno de los mejores prosistas de nuestra lengua.
Ricardo Chitty
No hay comentarios:
Publicar un comentario