jueves, 26 de marzo de 2009
Ida Gramcko
17
Tú y yo, hundidos en la vida, sin saber,
perdidos en las cosas, sin pensar,
riendo y amando para morir después,
y después, ¿qué vendrá?
¿No crees tú que esta vida,
dolorosa y sensual,
es tan sólo una obscura pupila
que nos cede el espíritu
para mirar, un poco, su verdad?
Sí, tan sólo un aspecto
de su fuerza infinita;
un perfume, un color,
un hálito de sombras movedizas;
pero, ¿y esto que llamamos amor?
¿Un reflejo fugaz?
Terrible pensamiento que no quiero intentar
porque ya nos hundimos y perdemos,
y amamos esta viva realidad.
Animal de costumbre nuestro ser, Vida mía,
¿te fijas? "Vida mía"... y no sé decir más.
No, no, no me interrumpas,
tú y yo somos un algo
que ha de tenerlo todo
de esa fuerza ancestral.
Y si después de muertos
no encontramos de vida
la más leve señal,
¿Viviremos? No. ¿Sentiremos? ¡No puede ser tampoco!
Dime, cruel fuerza extraña,
¿por qué, si era tan vano, nos enseñaste a amar?
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