"Respecto al enamorado, quién sabe si sentir piedad o envidia, puesto que su condición es tal vez el último rastro de lo sagrado sobre la Tierra. Nadie es a la vez más inocente y más condenado. La mitad de su alma ( y a veces su alma entera) respira en otro cuerpo, y su suerte depende del capricho de quien ama. No su felicidad, su simple bienestar es precario, agonizante, acorralado, terrible, furioso, perplejo, inmortal."
"Diógenes el Cínico, cuando sentía que las cosas le iban demasiado bien, buscaba una raíz amarga y la masticaba durante horas. También le servían especies de Egipto y hojas asiáticas con el prestigio del veneno, el ardor o la desazón. "¿Qué haces, Diógenes?" , le preguntaban. Y el Perro Celeste, como lo llamó un poeta, y sin abandonar su endiablada trituración, decía: "Nada más recupero el sabor de la vida, que me abandona."
De: Instigaciones. 1991
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