Jorge Ibargüengoitia es un escritor que dejó una obra para mi muy valiosa y, no dejaré de insistir en ello, por razones artísticas. Me impresiona el que haya surgido en el contexto del boom latinoamericano con una condición discreta. Por supuesto, era reconocido en el ámbito, pero muchos otras autores latinoamericanos eran más leídos y populares. Uno incluso accedió a él por razones académicas, aunque desde desde el primer momento distinguí en él su capacidad de ser somero en el relatar y diáfano en la estructura. Lo hacía de un bien que me permitió contrastarlo con la literatura latinoamericana de entonces, más dada a estructuras complejas y a la narración sobrepuesta, disgregativa y variable. Sí, era somera su forma de narrar, porque iba directamente a los hechos. Podríamos decir que Ibargüengoitia es otro excelente ejemplo de narración llana. Al mismo tiempo mostraba cómo somos los latinoamericanos, como colectivo y como individuos. Aunque no llegaba a ser intimista, nos mostraba una faceta o una visión no sólo de un latinoamericano, sino de una persona que vive una experiencia que le pertenece a él. Digamos que ese carácter mágico destacado por buena parte de nuestra literatura continental, no estaba en sus personajes. Lo he dicho en otras ocasiones, la literatura latinoamericana es muy vasta y rica, hasta el punto de que aparece un autor como Ibargüengoitia, casi naturalista, con un lenguaje sin metaforizaciones y completamente clásico en el manejo de sus estructuras. Por supuesto, en algunas de sus obras experimentó con estructuras más complejas, pero, sin duda su fuerte fue la simpleza. Interesante que sea un ejemplo de nuestra riqueza, pues es un autor que, a pesar de que utiliza los mismos planteamientos del boom, consigue diferenciarse de los más representativos de ese movimiento.
Sus cuentos, novelas cortas y artículos de prensa son muy agradables de leer, y al mismo tiempo, te dejan lo que le interesó destacar. Eso es muy importante porque a pesar de lo asequible su mensaje suele ser duro. Sobre todo realista, no en términos politiqueros, de lo cual siempre se cuidó con mucho acierto, sino en términos políticos. Justamente supo mostrarnos las fallas civilizatorias mediante una expresión, además, graciosa o risible, sin dejar de destacar cierto grado de sarcasmo que nos mostraba la posibilidad de ser sutiles o de saber, los latinoamericanos, mostrarnos con amplias posibilidades de expresión al representar nuestra realidad. Gran logro y muchas veces no resaltado en su justo valor.
Ricardo Chitty
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