jueves, 26 de marzo de 2009

Ida Gramcko


17


Tú y yo, hundidos en la vida, sin saber,
perdidos en las cosas, sin pensar,
riendo y amando para morir después,
y después, ¿qué vendrá?
¿No crees tú que esta vida,
dolorosa y sensual,
es tan sólo una obscura pupila
que nos cede el espíritu
para mirar, un poco, su verdad?
Sí, tan sólo un aspecto
de su fuerza infinita;
un perfume, un color,
un hálito de sombras movedizas;
pero, ¿y esto que llamamos amor?
¿Un reflejo fugaz?
Terrible pensamiento que no quiero intentar
porque ya nos hundimos y perdemos,
y amamos esta viva realidad.
Animal de costumbre nuestro ser, Vida mía,
¿te fijas? "Vida mía"... y no sé decir más.
No, no, no me interrumpas,
tú y yo somos un algo
que ha de tenerlo todo
de esa fuerza ancestral.
Y si después de muertos
no encontramos de vida
la más leve señal,
¿Viviremos? No. ¿Sentiremos? ¡No puede ser tampoco!
Dime, cruel fuerza extraña,
¿por qué, si era tan vano, nos enseñaste a amar?

La mente sucia.


La mente sucia como un ronquido de perro
goza al desgastar doblemente al cuerpo
malluga al cuerpo doblegado, tirado
sobre el pavimento sucio y caliente
No aguanta el cuerpo
vive su gasto
otro desgaste de la regadera de la mente
acaba
exprime lo que queda después de llegar del trabajo
después de mirar o beber o saborear o amanecer
Exije volver al trabajo
confiado en esos pies que si acaso
no se desviven por otro trayecto
Mente sucia todo con calambre
mente sucia no deja soltar
o se termina con la mente sucia
o ella termina con el cuerpo
La mente sucia alisa a la brasa
tarda y todo guisa
solo ella goza
Ricardo Chitty

El encanto de los discretos


Claude Monet


Jules Barbey D´Aurevilly y Villiers de L´isle Adan son dos escritores con los que siempre he tenido una buena relación. Hasta ahora nada de lo poco que he leido de ellos me ha dejado de causar buena impresión. Autores casi desconocidos y que cuesta encontrar en las historias de la literatura francesa. Sin embargo, es raro que dos escritores tan buenos sean tan desconocidos. D'Aurevilly es un narrador y Villiers es más conocido como poeta. Es vinculado con el movimiento simbolista, aunque para mí lo más sobresaliente es su modo de escritura, pues le permitió ser un excelente narrador. ¿Por qué la literatura será así? La calidad de los dos autores es desconocida para la mayoría de los lectores; casi no hay traducciones.
En principio destacaré dos obras que tienen los ingredientes fundamentales de la mejor narrativa del siglo XIX. Destreza sobre la historia, destreza sobre lo verosimil y destreza en el narrar. Esas tres cualidades fueron desarrolladas por los autores mas representativos del siglo XIX de una forma ejemplar y nuestros dos escritores son dignos representantes de ese logro. No son conocidos como los grandes maestros, pero son tan buenos como ellos. Pienso, en el caso de D'Aurevilly, que quizá lo haya perjudicado su tendencia política (era monárquico). Es memorable una de sus novelas dedicadas a los seguidores del rey: "El Caballero D'Touches". Novela corta en donde se nos mantiene atentos a una acción militar tipo comando y, al mismo tiempo, cómo vivían las personas partidarias del antiguo regimen, cómo conservaban el espiritu aristocrático desde la perspectiva conspirativa, las dobles identidades, el anonimato prudente y la organización secreta. Nos cuenta la acción con la maestría que le permite conservar una estructura clara, en donde se conoce a los participantes, se prepara la acción, se emprende la acción y se viven las consecuencias. Todo ello conservando ese remitirse a los detalles, tan flaubertiano, esa presentación de las acciones a lo Hugo, en una obra de corto alcance que demuestra la pericia de un narrador.
Villiers, por su parte, posee un cuento titulado "Epílogo. El anunciador", dedicado al mundo hebreo clásico del rey Salomón, en donde el autor, como buen poeta, utiliza el recurso de ir encadenando imágenes descriptivas que sólo una prosa bien administrada convierte en narración, presentándonos como un paneo de cámara cinematográfica para destacar el espacio físico donde se desarrolla la primera gran escena, recurriendo a una gran cantidad de objetos de la corte del rey. Sólo un buen escritor puede construir el cuento dándonos impresiones y desarrollando el acontecimiento al mismo tiempo. Por cierto, me recuerda por su exotismo a "La novela de una momia" de Teophile Gautier. Villiers, en el cuento mencionado, es modernísimo y tradicional; modernísimo porque al emplear una reiterada descripción, va aglutinando el ritmo de manera que éste, ceñido en trozos como fragmentados, desarrolla el cuento en partes bien delimitadas en sí mismas y secuenciadas por la estructua general. Así, construye una historia perfectamente lógica, como el cuento tradicional, sin ceñirse estrictamente a una linea preponderante. Es una combinación que nos hace pensar en un visión artística y no funcional, en una propuesta de exploración más que de seguimiento estricto del canon del cuento.
Trato de resaltar la categoría de estos dos autores franceses no con otro proposito que el de resaltar esos casos interesantes de la literatura, que nos obligan a leer por debajo de la moda y nos permiten encontrar verdaderos tesoros desconsiderados por la actualidad.

Ricardo Chitty

martes, 24 de marzo de 2009

La vida y la literatura.

Obra: Eudemonía. Miguel Von Dangel

"La literatura no es la vida, pero es un modo de mirar y de organizar la vida; a la vida hay que vivirla, pero es necesario darle un sentido, y no hay sentido sin nombrarlo."
Guillermo Sucre, "La metáfora del silencio".

jueves, 5 de marzo de 2009

CONRAD


John Constable


Si hay algo que caracteriza la novela de habla inglesa es la temática del mar. Las historias marinas siempre han recibido un tratamiento que pereciera predominar sobre cualquier otro. Conrad es un continuador de esa temática y quizá, si la memoria no me falla, el último gran representante de las historias marinas. Cuando toda una novelística se concentra en los asuntos urbanos y rurales, como reflejando las condiciones de vida contemporáneas, él se ha ido hacia el mar para lograr lo mismo. Primero como marino y después como narrador. Quizá ya el hecho de que un polaco decidiera en un país sin costas hacerse marino, nos muestra un rasgo interesante. Su esposa comenta que una de las características suyas consistía en ir siempre contracorriente, hasta el punto de comportarse como un chiquillo. Ella da un ejemplo muy demostrativo: si llegaba a un lugar y en este no había suficiente agua, Conrad decidía, ante las restricciones, en vez de darse un baño, como habitualmente lo hacía, darse dos. Hay una aptitud de rebelarse ante las imposiciones que nos permite pensar que le gustaba saltarse los límites. Muchos de sus personajes son solitarios, personas alejadas de la civilización o que huyen de ella. Individuos derrotados, fracasados y que muestran una nobleza extraña, porque apenas uno puede hacerse una idea de ella, luego de que la historia los ha hecho participar en actividades oscuras y situaciones ordinarias. Las islas, las costas, la vastedad del mar, parecieran ser los escenarios perfectos para estos personajes, siempre en busca de una salvación, de un retorno a una estabilidad perdida. Lawrence decía en sus cartas acerca de Conrad, que se trataba de un artista pesimista y por ello no le gustaba. Siempre tan diáfano, Lawrence nos ha señalado no un defecto sino una cualidad, pues ese pesimismo de Conrad era necesario para exaltar el valor del ser humano. Entiendo a Lawrence, pero yo le diría que él tiene mucho en común con el polaco-británico, sobre todo porque la gran importancia de este último radica en valorar al ser humano, coincidiendo con lo que el propio D.H. sugería al comparar la vitalidad con la sangre y el corazón. En definitiva, esa parte concreta del hombre que había que revalorizar. Es así que el autor marino se concentra en lo esencial, con lo valeroso del individuo que se rebela contra la aplanadora que se ha instaurado vulgarizando la vida. No puede ser más evidente ese vínculo que incluye a un tercero: Henry Miller. Es interesante palpar que, a pesar de sus diferencias, estos autores apuestan por la revitalización de lo humano y que el marinero-escritor tenga las cualidades bien provistas para incluirse en una lista que desde Daniel Defoe, ha tenido representantes como Jonathan Swift, Edgar Allan Poe, Herman Melville, Robert Louis Stevenson y Jack London, que nos muestran su vitalidad como un mar.


Extracto del ensayo sobre Joseph Conrad incluído en el libro "El imperio de la novela"


Ricardo Chitty

miércoles, 4 de marzo de 2009

Miyó Vestrini





El primer suicidio es único.
Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de morir.
Te pasan un tubo por la nariz,
con fuerza,
para que duela
y aprendas a no molestar al prójimo.
Cuando comienzas a explicar que
la-muerte-era-la-única-salida
o que lo haces
para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia,
ya te han dado la espalda
y están mirando el tubo transparente
por el que desfila tu última cena.
Apuestan si son fideos o arroz chino.
El médico de guardia se muestra intransigente:
es zanahoria rallada.
Asco, dice la enfermera bembona.
Me despacharon furiosos, porque ninguno ganó la apuesta.
El suero bajó aprisa
y en diez minutos,
ya estaba de vuelta a casa.
No hubo espacio dónde llorar,
ni tiempo para sentir frío y temor.
La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor.
Cosas de niños,
como si los niños se suicidaran a diario.
Busqué a Hammett en la página precisa:
nunca diré nada sobre tu vida en ningún libro,
si puedo evitarlo.


martes, 3 de marzo de 2009

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