martes, 26 de mayo de 2009

Ezra Pound, El arte de la poesía.


¿Tiene la literatura una función en el estado, en el conglomerado humano, en la república, en la res publica, que debería significar la conveniencia pública (a pesar del lodo de le burocracia, y del gusto execrable del populacho al escoger sus gobernantes)? La tiene.
Y esta función no es la de obligar o persuadir mediante la emoción, o intimidar o reprimir a la gente para que acepte unas opiniones en lugar de otras opiniones contrarias.
Tiene que ver con la claridad y el vigor de "todos y cada uno" de los pensamientos y opiniones. Tiene que ver con mantener limpias las herramientas, con la salud de la materia misma del pensamiento. Salvo en los raros casos de invención en las artes plásticas, o en las matemáticas, el individuo no puede pensar y comunicar su pensamiento, el gobernante y el legislador no pueden actuar eficazmente o formular sus leyes, sin palabras, y la solidez y validez de esas palabras está el cuidado de los condenados y despreciados litterati. Cuando su obra se corrompe -y con ello no quiero decir cuando expresa pensamientos indecorosos; sino cuando su medio mismo, la esencia misma de su trabajo, la aplicación de las palabras a las cosas se corrompe: se torna fangosa e inexacta, excesiva o hinchada-, la maquinaria entera del pensamiento y el orden social e individual se va al demonio. Ésta es una lección de la historia, una lección que aún no entendemos ni a medias.

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