Resulta difícil iniciar este texto y se debe a que se trata de una confesión y, al mismo tiempo, implica obligarme a tomar un riesgo y a cometer una osadía. La confesión, de hecho, es la menos riesgosa para sostenerla como garantía del ejercicio del oficio. La osadía, en cambio, es quizá desproporcionada y entre los lectores puede generar objeciones. Sin embargo, por ello hablaré más como lector que como conocedor, incluso, hablo desde el más sincero gusto personal. Es así que un autor y una novela suya son para mí fundamentales. Lawrence Durrell es el novelista que más me gusta del siglo xx y su novela “El cuarteto de Alejandría” es la novela que más me gusta de ese siglo. Curioso, además, el que no haya podido leer, aparte de “El cuaderno negro”, ninguna otra novela de su prolífica obra. La confesión es personal, pero la osadía implica un conocimiento de causa que podría incidir en una posición canónica, en especial con respecto a la novela contemporánea, aunque no tomaré el riesgo y me quedaré con el gusto.
Me resulta interesante el que el resto de sus novelas no me hayan motivado, aunque en realidad, el Cuarteto me deslumbró y me hizo verlas con bajo perfil. No estuve dispuesto a realizar el esfuerzo. Tanto impacto no resulta ser bueno, cuando una sola obra de un autor opaca las restantes y evita el que profundicemos en su quehacer literario. Sin embargo, nada he podido hacer para cambiar mi situación, el Cuarteto siempre está allí como una incitación, como la posibilidad de colarse para ser leído y, créanme, siempre llega ese momento y la impresión que recibo me aleja del resto de sus novelas. Pero sí pude leer sus libros de crónicas sobre el mundo marino griego: “La celda de Próspero”, “Una venus marina” y “Limones amargos”; libros que disfruté muchísimo ya que Durrell maneja muy bien la crónica y te presenta muchos detalles de esa tierra entre el mar, las costas y las islas. Es importante el dato de que “El coloso de Marusi”, una crónica del viaje que hizo Henry Miller a Grecia, y el mismo Henry fueron un modelo para Durrell, quien lo admiraba mucho. Por su parte, Miller, siempre tan perceptivo, admiraba la escritura de Durrell, la admiraba de veras, sobre todo porque el escritor norteamericano tenía un espíritu poético muy pronunciado, espíritu que siempre e inteligentemente fue dedicado a la prosa: el poema no era su molde. Durrell, en cambio, era un excelente poeta y fue su familiaridad con la poesía lo que le permitió, a este británico nacido en la India, llevar a cabo la tarea de escribir estas joyas en el género de la crónica. Utilizando una escritura plástica capaz de trasmitirte imágenes de la realidad, absolutamente científicas en su descripción contínua y ordenada, Durrell utiliza un flujo de percepciones de datos objetivos, para de pronto, salida de esa sucesión realista y en una especie de trazo pictórico, poseído por un espiritu contemplativo, descubrir la belleza de la realidad. Es como si el profesional de la crónica utilizara el recurso de la poesía para mostrarnos un mundo más real o más objetivo. Confirmo mi osadía porque para mí, con este procedimiento Durrell le lleva una delantera a Joyce y a Proust; el escepticismo del primero y la contemplatividad del segundo, asumidos y superados por la espiritualidad del vitalismo, un vitalismo que le había modelado Miller a través del estar "en la jugada", pero simultaneamente del ser abofeteado por la vida, por la civilización, como en el Ulises, y ser capaz de vivir la realidad como un estado meditativo como en el Tiempo perdido.
Realmente cuando leemos las crónicas sobre las islas griegas, nos percatamos de que allí estuvo el comienzo del Cuarteto. Es como si en aquellas hubiese reunido el material en bruto para luego escribir una novela que utilizaba el recurso de la fragmentariedad estructural del Ulises y la utilización del tiempo como un personaje más o como un personaje tácito de En busca del tiempo perdido. Qué gran esfuerzo el de Durrell y cómo resulta ser, igualmente, una novela enciclopédica, como diría Italo Calvino al referirse al Ulises, y cómo esta novela enciclopédica usa otras dos novelas enciclopédicas como el Ulises y En busca del tiempo perdido como referencias. Es realmente atrevido, es una empresa osada, pero con ese material en bruto de “Prospero’s cell”, “Reflections on a marine venus” y “Bitter lemons”, el novelista se ha lanzado a expresar novelescamente nuestro mundo contemporáneo y ha bebido de Oriente, de la región donde la novela bizantina, muchos siglos antes, había desarrollado sus historias, donde igualmente, los cronistas griegos desarrollaron sus historias de viajes que serían tan importantes para la formación de la novela. Los relatos de viajes de los cronistas griegos eran un género constituído, mientras las novelas bizantinas eran como una degradación del poema épico y del poema trágico y jugaban el papel que hoy día juega el disco digital con una película de entretenimiento, sólo que contradictoriamente, la novela bizantina era un entretenimiento exclusivísimo. Curioso y revelador es que, El cuarteto, mi novela preferida del siglo veinte, después de tantos siglos de novela bizantina, vuelva a tomar al oriente medio como escenario. Recordándonos ese gran aporte de un género que para el momento helenístico era una ramera y que después de ser una emperatriz en el siglo diecinueve, volvía a sus inicios con El cuarteto, el cual debería llamarse “El septeto de Alejandría” y que estaría dividido en dos partes; las crónicas sobre las islas griegas como gestación y el propio Cuarteto como manifestación.
Durrell ha escrito una novela poética y, al mismo tiempo, ha utilizado todos los recursos novelísticos del momento y ha recuperado, como otros grandes novelistas, y a pesar de su experimentalidad, a la novela de esa muerte que le propinó Joyce. Es como si hubiese buscado darle la vuelta a la propuesta joyceana y en vez de ir a lo épico fue a lo novelesco oriental. Sensualizó de nuevo a la novela y le dio al escepticismo de la post-guerra la posibilidad de sobreponerse por medio de una reeducación sentimental y, especialmente, basada en el cuerpo. Una espiritualización del cuerpo por medio de la novela y, por supuesto, basada en el amor. El cuarteto es un compendio historiográfico de la novela, incluyendo la contemporánea, es un compendio de las voces narradoras, es un compendio de los recursos más novedosos. Reelaboró el tema amoroso y lo hizo siguiendo la tradición inaugurada por la novela bizantina, reinterpretada por la novela medioeval y modernizada por la novela romanticista. Así que innova, pero se basa en la tradición y revitaliza a la civilización contemporánea.
Me resulta interesante el que el resto de sus novelas no me hayan motivado, aunque en realidad, el Cuarteto me deslumbró y me hizo verlas con bajo perfil. No estuve dispuesto a realizar el esfuerzo. Tanto impacto no resulta ser bueno, cuando una sola obra de un autor opaca las restantes y evita el que profundicemos en su quehacer literario. Sin embargo, nada he podido hacer para cambiar mi situación, el Cuarteto siempre está allí como una incitación, como la posibilidad de colarse para ser leído y, créanme, siempre llega ese momento y la impresión que recibo me aleja del resto de sus novelas. Pero sí pude leer sus libros de crónicas sobre el mundo marino griego: “La celda de Próspero”, “Una venus marina” y “Limones amargos”; libros que disfruté muchísimo ya que Durrell maneja muy bien la crónica y te presenta muchos detalles de esa tierra entre el mar, las costas y las islas. Es importante el dato de que “El coloso de Marusi”, una crónica del viaje que hizo Henry Miller a Grecia, y el mismo Henry fueron un modelo para Durrell, quien lo admiraba mucho. Por su parte, Miller, siempre tan perceptivo, admiraba la escritura de Durrell, la admiraba de veras, sobre todo porque el escritor norteamericano tenía un espíritu poético muy pronunciado, espíritu que siempre e inteligentemente fue dedicado a la prosa: el poema no era su molde. Durrell, en cambio, era un excelente poeta y fue su familiaridad con la poesía lo que le permitió, a este británico nacido en la India, llevar a cabo la tarea de escribir estas joyas en el género de la crónica. Utilizando una escritura plástica capaz de trasmitirte imágenes de la realidad, absolutamente científicas en su descripción contínua y ordenada, Durrell utiliza un flujo de percepciones de datos objetivos, para de pronto, salida de esa sucesión realista y en una especie de trazo pictórico, poseído por un espiritu contemplativo, descubrir la belleza de la realidad. Es como si el profesional de la crónica utilizara el recurso de la poesía para mostrarnos un mundo más real o más objetivo. Confirmo mi osadía porque para mí, con este procedimiento Durrell le lleva una delantera a Joyce y a Proust; el escepticismo del primero y la contemplatividad del segundo, asumidos y superados por la espiritualidad del vitalismo, un vitalismo que le había modelado Miller a través del estar "en la jugada", pero simultaneamente del ser abofeteado por la vida, por la civilización, como en el Ulises, y ser capaz de vivir la realidad como un estado meditativo como en el Tiempo perdido.
Realmente cuando leemos las crónicas sobre las islas griegas, nos percatamos de que allí estuvo el comienzo del Cuarteto. Es como si en aquellas hubiese reunido el material en bruto para luego escribir una novela que utilizaba el recurso de la fragmentariedad estructural del Ulises y la utilización del tiempo como un personaje más o como un personaje tácito de En busca del tiempo perdido. Qué gran esfuerzo el de Durrell y cómo resulta ser, igualmente, una novela enciclopédica, como diría Italo Calvino al referirse al Ulises, y cómo esta novela enciclopédica usa otras dos novelas enciclopédicas como el Ulises y En busca del tiempo perdido como referencias. Es realmente atrevido, es una empresa osada, pero con ese material en bruto de “Prospero’s cell”, “Reflections on a marine venus” y “Bitter lemons”, el novelista se ha lanzado a expresar novelescamente nuestro mundo contemporáneo y ha bebido de Oriente, de la región donde la novela bizantina, muchos siglos antes, había desarrollado sus historias, donde igualmente, los cronistas griegos desarrollaron sus historias de viajes que serían tan importantes para la formación de la novela. Los relatos de viajes de los cronistas griegos eran un género constituído, mientras las novelas bizantinas eran como una degradación del poema épico y del poema trágico y jugaban el papel que hoy día juega el disco digital con una película de entretenimiento, sólo que contradictoriamente, la novela bizantina era un entretenimiento exclusivísimo. Curioso y revelador es que, El cuarteto, mi novela preferida del siglo veinte, después de tantos siglos de novela bizantina, vuelva a tomar al oriente medio como escenario. Recordándonos ese gran aporte de un género que para el momento helenístico era una ramera y que después de ser una emperatriz en el siglo diecinueve, volvía a sus inicios con El cuarteto, el cual debería llamarse “El septeto de Alejandría” y que estaría dividido en dos partes; las crónicas sobre las islas griegas como gestación y el propio Cuarteto como manifestación.
Durrell ha escrito una novela poética y, al mismo tiempo, ha utilizado todos los recursos novelísticos del momento y ha recuperado, como otros grandes novelistas, y a pesar de su experimentalidad, a la novela de esa muerte que le propinó Joyce. Es como si hubiese buscado darle la vuelta a la propuesta joyceana y en vez de ir a lo épico fue a lo novelesco oriental. Sensualizó de nuevo a la novela y le dio al escepticismo de la post-guerra la posibilidad de sobreponerse por medio de una reeducación sentimental y, especialmente, basada en el cuerpo. Una espiritualización del cuerpo por medio de la novela y, por supuesto, basada en el amor. El cuarteto es un compendio historiográfico de la novela, incluyendo la contemporánea, es un compendio de las voces narradoras, es un compendio de los recursos más novedosos. Reelaboró el tema amoroso y lo hizo siguiendo la tradición inaugurada por la novela bizantina, reinterpretada por la novela medioeval y modernizada por la novela romanticista. Así que innova, pero se basa en la tradición y revitaliza a la civilización contemporánea.
Ricardo Chitty
golden goose cyber monday
ResponderEliminarjordan outlet
fear of god